Intensidad del sonido

La intensidad es la cualidad del sonido a partir del cual podemos determinar si un sonido es fuerte o débil o suave, o cualquiera de las posibilidades dentro de la gama sonora entre los extremos.

Depende de la energía que se aplique al cuerpo vibrante para producir esa vibración: una mayor energía provoca una agitación más violenta del aire que el tímpano recibe como sonido más intenso.

O sea, la intensidad es la potencia del sonido. Habitualmente la llamamos volumen, haciendo referencia a subir o bajar el volumen del sonido cuando queremos variar la intensidad. Esa denominación sería técnicamente incorrecta, ya que el volumen hace referencia a una unidad de medida de capacidad. Como el sonido no se puede ver, en muchos casos se utilizan referencias visuales para ejemplificarlo. Al pensar en más volumen, pensamos visualmente en algo grande, y eso lo relacionamos con un sonido de intensidad fuerte y en forma contraria, si pensamos en algo de volumen pequeño, lo podemos relacionar con un sonido débil. Desde la aparición de los primeros artefactos de reproducción de sonido, se utilizó la palabra volumen para determinar las variaciones de intensidad, y desde allí se le reconoce de esa manera internacionalmente.

La intensidad se mide mediante la escala de decibelios, llamada así en honor a Alexander Graham Bell. dB.

La diferencia de amplitud entre los sonidos más débiles y los más intensos es demasiado grande para expresarla directamente. Por eso la escala de decibeles es logarítmica: cada vez que se suman 10 decibeles (dB) a la intensidad de un sonido, su potencia se multiplica por 10; si el volumen aumenta en 20 dB, la intensidad se multiplica por 10 x 10 = 100.

La intensidad del sonido se mide con un decibelímetro o sonómetro.

El ser humano no esta capacitado para escuchar todos los decibeles que se presentan en su entorno sonoro.  Es más, pasando ciertas cifras, la intensidad del sonido puede causar daños auditivos irreparables, daños en la salud en general, y hasta la muerte.

La Organización Mundial de la Salud, la O.M.S., determinó en un máximo de 60 a 65 dB, el nivel superior de intensidad sonora que un ser humano debería escuchar para mantener su sistema auditivo en forma saludable. Lamentablemente vivimos en un mundo con un importante grado de contaminación sonora o acústica.

La contaminación acústica o sonora es la contaminación más antigua de las detectadas por el hombre. Documentos decifrados que datan del año 2650 A.C. ya hacen referencia del enojo de los dioses por el ruido que hacían los humanos en la Tierra.

El exceso de ruidos es la principal causa de denuncias ante la Defensoría del vecino de Montevideo.

Aquí les presentamos un tabla con algunos ejemplos donde podrán observar cifras de intensidades en situaciones de la vida diaria. Saquen sus conclusiones.

En el límite o excediendo el umbral del dolor los daños pueden ser:

-físicos (pérdida parcial o total de la audición, cefaleas, rotura de tímpano, aumento de colesterol, aumento del ritmo cardíaco, hipertensión arterial, alteraciones en el aparato digestivo, insomnio),

- psicológicos (fatiga, estrés, tensiones, falta de concentración) y

- sociales (interferencia en la comunicación social, aislamiento, dificultades de entendimiento).

La variación de intensidad en un fragmento musical, o en una o varias fuentes sonoras, determina un fenómeno al que llamamos dinámica. Este es uno de los aspectos fundamentales que le da expresividad a la música. Se colocan en las partituras en los lugares donde se quiere que se produzca el efecto sonoro.

Aquí compartimos un pequeño fragmento musical donde se observa la utilización de los símbolos citados.

Aquí les presentamos algunas recomendaciones para disminuir el impacto de la contaminación sonora.