Origen y leyendas de las constelaciones

Hace miles de años, cuando no había escritura, las personas empezaron a crear distintas constelaciones entre las múltiples estrellas que veían en el cielo. Comenzaron a darle nombres a los grupos de estrellas que parecían agruparse en el firmamento. Esas fueron las primeras constelaciones las cuales se destacaban y por lo tanto sus nombres y formas pasaban de unos vecinos a otros, difundiéndose entre los pueblos antiguos que de esta forma particionaron el cielo nocturno durante milenios.
En la región de la Mesopotamia situada entre los ríos Éufrates y Tigris y alrededores, los cazadores y ganaderos fueron quienes progresaban en este sentido. Por lo tanto las más antiguas denominaciones de las constelaciones estaban vinculadas con la fauna de dicha región, o con las actividades que realizaban cotidianamente.

Mesopotamia
Según se sabe, algunos de los nombres que recibieron las primeras constelaciones fueron: Escorpión, Toro, Cáncer, Peces, Arquero o cazador, Cochero, Boyero o pastor, ofiuco o serpentario, cuyas formas se asociaban a los animales y a las actividades que se realizaban en esa época. La rica imaginación de los observadores antiguos, dibujó mediante las estrellas figuras de personas y animales.
Los nombres de las constelaciones también solían estar relacionados con los fenómenos característicos de la naturaleza que ocurrieron en el período de su visibilidad, al salir o ponerse: el clima, la estación de caza de unas u otras fieras, las cosechas.
Sin embargo hubo otras finalidades para las cuales fueron creadas las constelaciones. Por ejemplo se sabe que la Balanza surgió en el firmamento aproximadamente en el siglo III antes de Cristo. En los tiempos más remotos, las estrellas de esta constelación formaban parte de las pinzas del enorme Escorpión que habían creado los habitantes de la Mesopotamia. Hubo quienes necesitaron una balanza en el cielo, ya que cuando en el día del equinoccio el Sol llegaba a ocupar este lugar de la esfera celeste, como se hacían iguales en duración los días y las noches, la Balanza (Libra) para los griegos pasó a representar el equilibrio día - noche.

Libra y Escorpio
Muchas de las constelaciones creadas hace miles de años en la región de la Mesopotamia fueron conservadas por los griegos, quienes además crearon nuevas figuras que permanecen hasta el día de hoy. Y así es como la repartición actual del Hemisferio Boreal del cielo en constelaciones surgió en la época de los griegos, quienes explicaron sus nombres con bellas leyendas.
La constelación de Andrómeda, según los autores helenos, se denomina de este modo con el nombre de la hija de Cefeo, poderoso rey de Etiopía, quien también se encuentra en la bóveda celeste. La hermosa Andrómeda fue encadenada a una roca para que la tragara la enorme y terrible Ballena. También se colocó en esta parte del cielo la reina Casiopea, madre de Andrómeda, que se propuso imprudentemente rivalizar en belleza con las hijas del dios de los mares. Como castigo por la impertinencia el dios envió a la horrible Ballena a los dominios de Cefeo. El monstruo desolaba el país y, para evitar una devastación completa, el rey decidió sacrificar su única hija.
Junto a Andrómeda se encuentra en el cielo el heroico Perseo. Él decapitó a la gorgona Medusa, de cuyo cuerpo salió el caballo alado Pegaso. Durante su peregrinación Perseo encontró a la bella Andrómeda, encadenada a una roca, y la salvó de la muerte atroz, mostrando a la Ballena la cabeza de Medusa, convirtiéndola en piedra.

Perseo y cabeza de Medusa
La constelación que más se destaca por su número de estrellas brillantes es Orión, el poderoso cazador, cuyos antiguos mitos han llegado hasta nosotros en diferentes variantes. Algunos de estos mitos se remontan hasta las fuentes originarias de la Grecia antigua, mientras que los otros son fruto de una libre modificación poética de los tiempos posteriores. En particular se destaca la leyenda de Orión y Escorpión que es la más importante.
Una leyenda poética se refiere a una constelación modesta, formada por un pequeño grupo de estrellas de poco brillo próximas a Leo en el cielo. Esta constelación se denomina Cabellera de Berenice. Según la leyenda, este grupo de estrellas fue destacado en el cielo por primera vez en el siglo III antes de Cristo, en Egipto.
El país de las pirámides fue gobernado por Ptolomeo III Evergetes, hijo de Ptolomeo II Filadelfo, quien a su vez fue el fundador de la famosa biblioteca de Alejandría. Berenice, esposa del joven rey de Egipto, tenía fama por sus cabellos de hermosura fantástica. Ellos fueron cantados por poetas. Reyes y sacerdotes de ultramar concurrían para ver esa maravilla de la belleza.
La vida despreocupada del rey no duró mucho. Evergetes a la cabeza de un ejército sale a campaña. Año tras año espera en vano Berenice a su esposo. Desesperada, ella promete: si el rey vuelve, la reina se cortará el pelo para donarlo al templo de la diosa del amor.
Evergetes regresa como un héroe. Berenice, fiel a su palabra, cumple con su promesa a pesar de la protesta de su marido. En el ardor del banquete triunfal, la cabellera que fuera ofrecida como sacrificio desaparece del templo.
El rey está fuera de sí de cólera. Quiere ejecutar a la guardia y a los sacerdotes. Entonces, en la marcha de los acontecimientos interviene el astrólogo de la corte:
“¡…No te enojes, mi rey!... exclamó el anciano.
Sería mejor que escuches al cielo, mi soberano.
La diosa a ti te da un regalo valioso,
Del mundo entero el más milagroso.”
El astrólogo anuncia que la cabellera de Berenice no ha sido hurtada, sino que fue llevada al cielo por la conmovida diosa del amor.
El poema “La Cabellera de Berenice” fue escrito por el poeta Calímaco, uno de los maestros del geógrafo Eratóstenes y el antecesor de este último como director de la biblioteca de Alejandría. Este poema de Calímaco no ha llegado hasta nosotros en forma genuina, sino modificado por el poeta latino Catulo.

Los griegos recopilaron las antiguas constelaciones que habían sido creadas en Mesopotamia. Por ejemplo, las que se cree fueron las primeras constelaciones que existieron: Escorpión, León y Toro, pasaron a formar parte de las constelaciones zodiacales de los griegos. Las constelaciones zodiacales son aquellas que recorre el Sol en su camino a través de las estrellas en el firmamento. Pero como no se puede ver al Sol delante de las estrellas debido a que están en el cielo diurno, a medianoche se ve bien la constelación zodiacal diametralmente opuesta a aquella donde se encuentra el Sol, que llegará a la primera solo dentro de medio año. Y en total son 13 las constelaciones zodiacales por las que el Sol pasa a lo largo de un año: Piscis, Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Ofiuco, Sagitario, Capricornio y Acuario. Como puede verse no son 12, ya que el Ofiuco es una de las constelaciones en las cuales el Sol se encuentra en el mes de diciembre de cada año.

Quien realizó un estudio sistemático del cielo entre los años 127 y 141 de nuestra era, fue Claudio Ptolomeo. Se basó principalmente en el catálogo de Hiparco y profundizó la obra de su antecesor. Ptolomeo catalogó y describió 48 constelaciones que fueron publicadas en su obra El Almagesto. Su gran trabajo tuvo más de un milenio de vigencia.

Claudio Ptolomeo

Tomando en cuenta que Ptolomeo realizó su catálogo en la ciudad de Alejandría, incluía estrellas que eran solamente visibles desde ese lugar del hemisferio norte. Sin embargo a partir del siglo XVI los navegantes comenzaron a observar otras regiones del cielo visibles desde el hemisferio sur. Por ejemplo la célebre Cruz del Sur fue trazada en el cielo por los contemporáneos del navegante Magallanes. Los científicos europeos participantes de largos viajes a tierras tropicales, al destacar nuevas constelaciones, para denominarlas casi no usaron personajes mitológicos. Su pensamiento iba en un sentido completamente diferente al de los griegos. Así en el cielo austral surgieron las constelaciones Pez Volador, Tucán, Camaleón, Indio, Grulla, Pavo real y otras, creadas por el astrónomo Johann Bayer en 1603. Más adelante, a fines del siglo XVII se agregaron nuevas constelaciones que también eran visibles desde el hemisferio sur: Lagarto, Perros de caza, Escudo, Lince y otras, creadas por el astrónomo Johannes Hevelius. Posteriormente, en 1750 tras instalarse en Cabo de la Buena Esperanza, el astrónomo Louis Laicalle trazó nuevas constelaciones con nombres de instrumentos y objetos: Telescopio, Microscopio, Compás, Octante y Mesa entre otras.

Sin embargo en otras partes del mundo también habían imaginado otras constelaciones, formadas por las mismas estrellas, pero las imágenes que surgieron de las mentes de los seres humanos en diferentes partes del mundo a través de la historia fue muy diversa. Hubo otras constelaciones imaginadas por los chinos, por los hindúes, por los mayas, incas y aztecas, por las tribus polinesias y por otras culturas, pero no son admitidas oficialmente.

En 1930 la Unión Astronómica Internacional fue la que estableció las 88 constelaciones en las que hoy día se divide el cielo y permanece vigente en la actualidad. Son todas de origen europeo tal como se explicaba, dejando de lado las restantes de las demás culturas que existieron a través de la historia de la humanidad. Cada una de estas 88 regiones del cielo, cubren un área de la esfera celeste sin dejar estrellas o huecos libres. Y cada una de estas 88 constelaciones tienen un límite establecido por la Unión Astronómica Internacional, siendo las fronteras los círculos de declinación y los paralelos celestes.

Última modificación: sábado, 5 de marzo de 2016, 18:14