PLAN DE ACOMPAÑAMIENTO 2021

5. Marco Conceptual. Comunidad cultural y lingüística

COMUNIDAD CULTURAL Y LINGÜÍSTICA

La comunidad sorda cumple el requisito de interacción frecuente y regular (Gumperz, 1968) para la conformación de una comunidad lingüística, así como los criterios de uso compartido que propone Labov (1972). Por lo anteriormente expresado constituye una comunidad lingüística y como tal tiene patrones identificatorios e interactivos que son diferentes a los del grupo de oyentes. En nuestro país, desde el año 2001, la Lengua de Señas Uruguaya es reconocida por el Estado como la lengua natural de las personas sordas (Ley Nº17.378). La comunidad sorda de nuestro país es una comunidad lingüística con un repertorio conformado por dos lenguas en relación de distribución funcional y social: la lengua de señas uruguaya (LSU) como hablantes nativos y el español en sus modalidades escrita y oral.

El estudiante sordo, posee entonces, un repertorio lingüístico conformado por dos lenguas en relación de distribución funcional y social: la lengua de señas uruguaya (LSU) como hablantes nativos; y el español en sus modalidades escrita y oral.

Cabe aclarar que, la comunicación verbal supone un sistema  propio de la especie humana, compuesto por unidades discretas, arbitrarias, doblemente articuladas, recurrentes, secuenciables a partir de un sistema de reglas (Peluso, 2010). Estos sistemas pueden tener dos tipos de significantes: significantes que tienen una materialidad acústica (las lenguas orales) y los que se apoyan en una materialidad viso espacial (las lenguas de señas). Las lenguas de señas constituyen un sistema verbal cuyos significantes organizan una materialidad viso-espacial, por oposición a la lengua oral cuyos significantes estructuran una materialidad acústica.

Para las personas sordas la lengua de señas es la lengua natural dado que es la única cuyo canal no presenta obstáculos para que la puedan adquirir naturalmente. Peluso (2010:51) plantea que la lengua de señas para las personas sordas: "es la única lengua en la que son hablantes fluentes, en la que se sienten hablantes nativos, y que pueden hablar sin restricciones. Es la lengua de la intimidad y de toda interacción endogrupal”.

El conocimiento de ambas lenguas permitirá a las personas sordas actuar de forma comunicativa (Beebe y Giles, 1984) en una sociedad mayoritariamente oyente. Los sordos usan en su vida cotidiana, con diferente grado de identificación y de competencia, tanto la LSU como el español (en su modalidad escrita y oral) de la comunidad mayoritariamente oyente. La modalidad escrita del español, no presenta en su materialidad ninguna barrera por lo que debería de ocupar un lugar preferencial como segunda lengua de su repertorio lingüístico. Sin embargo, es muy distinta la situación en su modalidad oral. Para acercar esta modalidad del español a las personas sordas es necesario un largo adiestramiento. El español en su modalidad oral no puede ocupar el lugar de segunda lengua para las personas sordas ya que la falta de audición les impide adquirirla naturalmente en su entorno. Las investigaciones acerca del repertorio lingüístico de las personas sordas concluyen que ellas se han mantenido lejos de las prácticas letradas: la escritura y la cultura escrita (Paul, 1998; Behares, 1989; Gutiérrez, 2004; Peluso, 2010; Carrizo y Mabres, 2007). Entender y contemplar este distanciamiento es fundamental en el desarrollo de propuestas educativas y requiere revisar el lugar del uso de las lenguas del repertorio lingüístico de los sordos y jerarquizarlo. Por lo tanto toda propuesta educativa realizada para esta comunidad debe contener componentes de planificación e implementación pensados desde formas y formatos bilingües y biculturales.