En 1908, Florencio estrenaba la primera pieza de su último ciclo, Nuestros hijos, y de ella recogemos un texto que puede tomarse como una declaración teórica sobre su orientación y sus procedimientos creadores. Dice así:
Esa será mi obra. Desentrañar del mismo seno de la vida, del drama de todos los días y de todos los momentos, las causas del dolor humano y exponerlas y difundirlas como un arma contra la ignorancia, la pasión y el prejuicio. No lo hemos perdido todo en la desgarrante contienda de los siglos. Hay síntomas de que la conciencia y la piedadsubsisten en el hombre. Digámosle a su cerebro palabras de verdad, e impetremos su conciencia con la oración del sentimiento.
(Acto 1, esc. 10)
Y más adelante aclara el personaje (el Sr. Díaz):
Mi obra no será de especulación científica. Quiero ofrecer a la humanidad un espejo en que vea reflejada sus pasiones, su miseria, sus vicios. Esto hacemos, éstos son nuestros crímenes, y por esto nos estamos despedazando.